«Que te mueras», «¡me dejas muerta!», son expresiones que podemos oír en ocasiones y, cuya aparente rotundidad, queda amortiguada por el ambiente de complicidad, camaradería, en que se pronuncian, por los gestos que indican la falsedad de lo afirmado. Siempre en un ambiente familiar, amistoso, en el curso de una conversación en la que manifestamos sorpresa, broma, cansancio. En las redes, y presencialmente, hay quien expresa deseos mucho más dañinos; hay quien, ante la disidencia, deja salir todo un mar de odio en frases sin ambigüedad. Una persona cercana me dijo: ¿cómo se puede desear la muerte de alguien?
El 30 de noviembre se celebra, en muchas ciudades, la iniciativa Ciudades por la vida. Edificios relevantes de la ciudad se iluminan con una imagen inequívoca de No a la Pena de Muerte. Es una iniciativa de la Comunidad de Sant’Egidio, secundada por muchos Grupos de Amnistía Internacional. En Córdoba lo hemos hecho en varias ocasiones, la última hace dos años en la Corredera. Y, en diciembre de 2016, nuestro Ayuntamiento aprobó una declaración institucional proclamando a Córdoba Ciudad por la Vida. Es el contrapunto a la conmemoración, que no celebración, del 10 de octubre como Día contra la Pena de Muerte vigente, aún, en muchas partes del mundo. Hoy quiero poner el foco en un colectivo particularmente amenazado.
El 27 de octubre de este año, la Federación Arco Iris entregó sus premios en Córdoba. Frente a las palabras, mayoritarias, de alegría por la creciente normalización y aceptación de la diversidad sexual en nuestra sociedad, Antonio Hurtado nos recordó una realidad terrible: en 13 países la homosexualidad puede suponer pena de muerte. En torno a 70 países tipifican como ilegales las relaciones consentidas entre personas del mismo sexo, y la gran mayoría las castigan con penas de cárcel. Entre el 1 de enero de 2008 y el 31 de diciembre de 2014 fueron documentados 1.731 asesinatos en el mundo contra personas transgénero. Las personas transgénero son especialmente perseguidas y rechazadas en su identidad.
No vayamos muy lejos. Para el día 10 de diciembre Amnistía Internacional ha escogido, entre otros, el caso de Sakris Kupila, joven transgénero defensor de derechos humanos, de Finlandia. En Finlandia no puedes cambiar tu nombre, y que se adapte a tu identidad de género, si no te han diagnosticado/a como enfermo/a mental y te esterilizas. Por denunciarlo y pedir al gobierno cambios en la legislación, Sakris ha sufrido persecución, intimidación, amenazas de ser golpeado y abierta hostilidad hacia él, que hicieron que dejara los estudios durante un año. Frente a una frase bien conocida, y de triste recuerdo, afirmo.
Viva la vida.
Noviembre 2017